Cuando rememoro a la única abuelita que conocí, intento recordar qué hacia durante todo el día. Ciertamente mermeladas, tejido o crochet, leer. Y viajar!.

Mi madre en cambio detestaba viajar, cocinaba por obligación, y fue una abuela más astuta: cedió a su marido la tarea de entretener nietos, y cocinar para ellos, dedicándose a sus pacientes de fisioterapia y en su vejez a recrear su historia personal en sus memorias. Ella fue una ávida lectora, hablaba 5 idiomas, y se casó por tercera vez a los 59 años.

Estamos en el sigo XXI. Las abuelas de hoy somos más jóvenes, más dinámicas, más cuestionadoras y más demandantes. Reconozcámoslo: para nuestros nietos estamos mucho menos disponibles. Pero que ellos admitan que estamos más vigentes. Y eso no es gratuito: nos cuesta esfuerzo, destellos de lucidez y adaptación al ritmo de la nueva era.

El tema merece algunas reflexiones de abuela en ejercicio.

sábado, 25 de febrero de 2012

nudos y cerraduras


Necesarios y buenos son los cierres , en los umbrales simbólicos de edad. Anudar los lazos sueltos, que se desflecan hace años, ordenar lo pendiente antes de clausurar las puertas, introducir con coraje la llave de hierro que nos hara ingresar al tenebroso recinto de los remordimientos y encarar la fragilidad emocional que nos ha llevado a actos vergonzosos, intimar con coraje con nuestro ego arriesgando el vacío antes de encontrar el nicho, clausurar bien los amores fallidos, y entrecerrar dulcemente los luminoso ventanales de los buenos amores expresando con palabras límpidas  el reconocimiento de lo que significó para nosotros, en un ultimo acto amoroso de conclusión. Desplacémonos del lugar habitual : la sanación es para nuestra alma, efectivamente, pero también es un bálsamo para los que compartieron sin premeditación tramos y afectos con nosotros.