Cuando rememoro a la única abuelita que conocí, intento recordar qué hacia durante todo el día. Ciertamente mermeladas, tejido o crochet, leer. Y viajar!.

Mi madre en cambio detestaba viajar, cocinaba por obligación, y fue una abuela más astuta: cedió a su marido la tarea de entretener nietos, y cocinar para ellos, dedicándose a sus pacientes de fisioterapia y en su vejez a recrear su historia personal en sus memorias. Ella fue una ávida lectora, hablaba 5 idiomas, y se casó por tercera vez a los 59 años.

Estamos en el sigo XXI. Las abuelas de hoy somos más jóvenes, más dinámicas, más cuestionadoras y más demandantes. Reconozcámoslo: para nuestros nietos estamos mucho menos disponibles. Pero que ellos admitan que estamos más vigentes. Y eso no es gratuito: nos cuesta esfuerzo, destellos de lucidez y adaptación al ritmo de la nueva era.

El tema merece algunas reflexiones de abuela en ejercicio.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La abuela en el otro espejo

Me miro en el espejo de las pupilas amorosas de los nietos, en iris marrones o azules, que devuelven una imprecisa silueta sin edad rodeada de un halo luminoso, que me restituye a ese mi ser amoroso y creativo que ellos reconocen en mi. Soy simplemente la “abu”, o mas que eso, pero principalmente su abu, un poco matriarca, un poco “loka”, un poco gruñona, un poco guerrera de las lides difíciles.  Límpidos espejos sin velos, sin tiempo.

3 comentarios:

  1. Muy lindo, poético y profundo...
    Da para pensar varias cosas!

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  2. Leí tu blog. Es apasionante. ¿Me das permiso de recomendarlo?
    Gracias, un abrazo.

    Florencia

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