Me miro en el espejo de las pupilas amorosas de los nietos, en iris marrones o azules, que devuelven una imprecisa silueta sin edad rodeada de un halo luminoso, que me restituye a ese mi ser amoroso y creativo que ellos reconocen en mi. Soy simplemente la “abu”, o mas que eso, pero principalmente su abu, un poco matriarca, un poco “loka”, un poco gruñona, un poco guerrera de las lides difíciles. Límpidos espejos sin velos, sin tiempo.
Cuando rememoro a la única abuelita que conocí, intento recordar qué hacia durante todo el día. Ciertamente mermeladas, tejido o crochet, leer. Y viajar!.
Mi madre en cambio detestaba viajar, cocinaba por obligación, y fue una abuela más astuta: cedió a su marido la tarea de entretener nietos, y cocinar para ellos, dedicándose a sus pacientes de fisioterapia y en su vejez a recrear su historia personal en sus memorias. Ella fue una ávida lectora, hablaba 5 idiomas, y se casó por tercera vez a los 59 años.
Estamos en el sigo XXI. Las abuelas de hoy somos más jóvenes, más dinámicas, más cuestionadoras y más demandantes. Reconozcámoslo: para nuestros nietos estamos mucho menos disponibles. Pero que ellos admitan que estamos más vigentes. Y eso no es gratuito: nos cuesta esfuerzo, destellos de lucidez y adaptación al ritmo de la nueva era.
El tema merece algunas reflexiones de abuela en ejercicio.
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Muy lindo, poético y profundo...
ResponderEliminarDa para pensar varias cosas!
Sincera, me gusta.
ResponderEliminarLeí tu blog. Es apasionante. ¿Me das permiso de recomendarlo?
ResponderEliminarGracias, un abrazo.
Florencia